noviembre 10, 2007


ahora, que no alcanza para el Lucky, ni para el Kent #4, al cual, según Eduardo, hay que darle como 5 pitadas para sentirlo, y tras el genial descubrimiento que resultó el enterarme que mi hermano guardaba ganjah en su morralito verde de la PUCP, el cual seguramente ganó en una apuesta en el taco, me fascina esperar la madrugada para sentarme a fumar en la pequeña vereda roja que sirve de entrada a mi sacrosanto hogar. me gusta el olor a pescado podrido que se filtra por entre las rejas del jardín, me gusta que el mar huela tan mal, quizá ayude un poco a la filtración del olor el hecho de que no haya techo en esa parte, sólo quizá, en todo caso, eso me gusta también.

me empieza a gustar, luego de algunos traspiés, mi nueva vida de desempleado pastruliento, y dormilón, me gusta haberme vuelto fan de Cinecanal y de Poker Babes, qué puedo decir, la televisión me está ayudando mucho a sobrellevar todo esto, sobre todo al mediodía, la Carlota y Laurita me ayudan mucho a poner la mente en blanco y mirar como un muerto el televisor, jugar Mario Kart hasta las 3:30 y luego poner Los Años Maravillosos es una de las rutinas más bellas que he tenido.

nunca antes pude hacer algo tan sencillo como disfrutar el día, salir a caminar, respirar, por eso me gusta esta monotonía, me gusta que el sol me pele la nariz. no, realmente no me gusta, pero me gusta la brisa, eh, ojo. esas bancas rosadas del boulevard, qué geniales son para conversar, ahora que ya las limpian. quizá ahora, que las uso con frecuencia, pueda mejorar mis niveles de comunicación, por lo menos podría dejar de contar anécdotas usando ‘un amigo’ o ‘mi hermano’ cuando tengo varios amigos, y un par de hermanos, entonces la gente no me entiende nunca y tengo que explicar, o contar nuevamente. como ahorita que todo esto resulta casi ininteligible.

conozco un par de personas que piensan que no debería de lanzar a diario, ni inter-diario, en fin, ellas quisieran que comulgara cada domingo y sólo beba vino, si tú fueras mi novio ya verías cómo te hago cambiar en un ratito me dicen, como si ellas supieran algo de la nostalgia y del odio por los encargados de recursos humanos, qué saben ellas de que la mañana te descubra durmiendo en el sofá abrazando a la gata, qué saben ellas de hacer las tareas con la sobrina, qué saben ellas de disfrutar del desempleo. qué saben ellas, pffff.

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